Harkness

Pseudo-intelectual de tres al cuarto con ínfulas de escritor maldito y atormentado (aunque de momento, lo más que ha llegado a escribir son dos relatos cutres), nacido en lo más recóndito de la Castilla profunda como resultado de generaciones marcadas por el estigma del hambre y de la endogamia. De carácter misántropo y nihilista, no hace distinciones de raza, credo ni condición, sino que desprecia a toda la sociedad por igual, adoptando una pose de sofisticación y hablando con palabros cultos y rimbombantes para hacerse notar por encima de la vil y mediocre masa (según él). Pese a todo, en el fondo es un moñas que se queja por todo, llegando a imprecar violentamente y con insultos cuando algo no le gusta.

Su gran pasotismo y pasión por tocarse las narices también le pueden llevar, por ejemplo, al extremo de permanecer en su domicilio tan tranquilo en medio de un incendio, ignorando los gritos y advertencias de que salga por parte de los bomberos, ya que simplemente “no tiene ganas”. Enemigo mortal de las nuevas tecnologías, se resiste a las redes sociales, sigue utilizando Internet Explorer, y tiene un viejo modelo de teléfono móvil que apenas utiliza.

Fue sonada su efímera y turbulenta relación con la videoartista croata Katrina Von Zvytshjlevich, marcada por el abuso de todo tipo de sustancias peligrosas, como el alcohol, las drogas y el chocolate marca Hacendado.

Durante su infancia, hubo un día en el que sin querer, pisó una hormiga. Su mundo se tambaleó. Éste hecho supuso un antes y un después en su vida, afectándole para siempre y provocándole un grave conflicto moral. Hostigado por la culpa y el remordimiento, llegó a pensar en recluirse en un monasterio cartujo años después, pero pese a todo logró recuperarse en mayor o menor medida de tan dura experiencia. Marcado irreversiblemente por su trágico pasado de asesino, su carácter al principio alegre y despreocupado se ensombreció, pasando a ser el individuo melancólico y desengañado que es ahora, cuya mayor peculiaridad es montarse pajas mentales filosófico-existenciales por cualquier gilipollez. El que un día no funcione internet, o que en el Mercadona de al lado se hayan terminado los yogures vitalínea (de lo que es habitual consumidor), así pues, puede llevarle a reflexionar sobre lo absurdo de la vida y el irreversible derrumbe del espíritu humano.

Gran amante del cine y de las artes en general, siente especial predilección por el cine raro, desconocido, alternativo, profundo, de “autor”, etc. que a cualquier persona cuerda y con dos dedos de frente le parecería un soberano coñazo o una tomadura de pelo, pero él se confiesa rendido admirador de cineastas que nadie conoce y de películas que harían dormir a un crío con hiperactividad. Ahora que ha sido reclutado entre las filas del Doctor Somier ha encontrado la plataforma ideal para mostrar al mundo su supuesto talento artístico y satisfacer en la redacción de artículos su frustrada vocación.




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