País: EEUU
Actores: Colin Farrell, Sam Rockwell, Christopher Walken, Olga Kurylenko, Woody Harrelson, Tom Waits, Harry Dean Stanton, Abbie Cornish, Kevin Corrigan
Año: 2012
Duración: 109'
Crítica: Harkness
Siete psicópatas es la nueva película de Martin McDonagh, autor teatral anglo-irlandés que debutó en el cine hace unos años con la prometedora Escondidos en Brujas, una película que supuso para muchos una sorpresa por su mezcla de violencia, tragedia y humor negro. Practicante de un género dentro del teatro conocido como “in your face”, McDonagh ha sido conocido y criticado por lo polémico y lo brutal del contenido de sus obras, emparentadas con el llamado “teatro de la crueldad” y con una fijación un tanto insana por el asesinato de niños (cosa que también veíamos en Escondidos en Brujas).
Su nueva película se podría definir como un cruce entre el cine de Guy Ritchie y Adaptation de Spike Jonze. Un guionista (Colin Farrell) intenta llevar a cabo una peregrina idea para un guión del cual sólo tiene el título, “Siete psicópatas”, lo cual da origen a un simpático ejercicio de cine dentro de cine, con un conocido reparto y algún que otro cameo, que a partir de la anécdota y el cruce alocado de historias levanta todo un andamiaje autoconsciente y juguetón. Intenta distanciarse del simple juego metarreferencial en medida de lo posible, dándoles espacio a los personajes, y en cierta medida hablando el propio director de sí mismo, del proceso creativo y de cómo intenta madurar y sentar la cabeza (el personaje de Farrell es claramente su alter-ego). Así, nos encontramos con instantes realmente emotivos protagonizados por caracteres de lo más estrafalario, pero que llegan a rozar el lirismo, pese a que el humor negro y la violencia más extrema sean los protagonistas, así como unos actores que se lo pasan genial empezando por Christopher Walken y Sam Rockwell (quien por lo que veo es especialista en el rol de pirado histriónico repelente).
Lo interesante e imaginativo de Siete psicópatas no quita que estemos ante otra película más de las que recurren (y aquí me permito una pequeña digresión) a ese gran cajón desastre en que se ha convertido la temática de la autoconsciencia, del guiño, de la ficción dentro de la ficción, o como quiera llamarse a éstos rasgos que se han practicado desde que Cervantes escribiera el Quijote, pero que me atrevería a decir que se alzan irremediablemente como síntomas de decadencia y de agotamiento de ideas, y no digo que éste sea el caso. Suele ser un discurso, sí, muy sorprendente y original que sin duda replantea los esquemas estalecidos y tal… pero que comienza y que termina en sí mismo, y que como vengo diciendo, puede ser también la excusa del que tiene poco que contar y por tanto recurre al mero artificio, al a veces mal llamado ejercicio de estilo y al epater le burgueois para ser aplaudido. Otros grandes directores han seguido éste camino con muy buenos resultados, ya sea como modo de reflexión sobre la realidad (Haneke) o como creación de un imaginario propio (Tarantino), lo cual no lo convierte en algo negativo en sí mismo, sino que depende de quien lo utilice. En el caso que nos ocupa, el director logra salir bien parado. Recurre a ese “tarantinismo” tan de manual que ya no resulta tan novedoso en diálogos, músicas, etc. Pero frente al clasicismo de Escondidos en Brujas supone una curiosa vuelta de tuerca, un divertimento hecho con gracia, desparpajo y cierta voluntad de “auto-exorcismo” que disimula bien sus posibles carencias y lo intrascendente del conjunto.
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