País: Francia
Actores: Catherine Deneuve, Jean Sorel, Michel Piccoli, Geneviéve
Page, Francisco Rabal, Pierre Clémenti, Françoise Fabian, Macha Méril
Año: 1967
Duración: 100’
Crítico: Harkness
Puntuación:
Desde El gabinete asistimos el pasado viernes a un ciclo de
cine en la facultad de ciencias de la información de la UCM denominado “Mujeres
y erotismo”, en torno a la temática de la mujer y su relación con la
sexualidad. Los organizadores han sido las asociaciones estudiantiles Salf y
Enfocando, que suelen llevar a cabo éste tipo de ciclos temáticos, y a quienes agradecemos
ésta iniciativa que seguro es del interés de todo cinéfilo que se precie. Podéis
acceder a sus respectivas páginas de facebook aquí y aquí.
Belle de Jour, una de las proyectadas en el ciclo, es un
título mayor en la filmografía de uno de esos directores que no necesitan
presentación, como es Luis Buñuel. Empezaré diciendo que, aunque ya la había
visto hace años, la verdad es que no me dejó mucha huella, tal vez porque mis
expectativas no se correspondían con lo que realmente es la película, muy
polémica y controvertida en su tiempo… pero que ni siquiera se podría
clasificar como erótica, al menos hoy día. Lo que había visto no escandalizaría
ni a la maruja más beata del barrio, y no le encontré demasiado interés o
impacto.
Con el revisionado, la película gana enteros al poder verla
ya libre de prejuicios y valorarla más objetivamente. En ésta historia acerca
de una mujer de la alta sociedad que vive una doble vida sexual (y decir más
sería spoiler), Buñuel se aleja del surrealismo más visceral y explícito de sus
primeras películas, como El ángel exterminador o Un perro andaluz, para poner
en práctica una versión, podría decirse que más “madura” del mismo, en la que
los elementos oníricos aparecen esparcidos a lo largo de la narración en forma
de recuerdos y ensoñaciones que engañan al espectador. Y es que si por algo se
caracteriza la película es por su juego sutil y ambiguo, por la corriente
subterránea de crueldad y de mala leche que oculta bajo su apariencia de
comedia sofisticada, ambientada en colores pastel. La fantasía frente a la
realidad, el deseo y la represión, la subversión moral… todo esto lo incorpora
el aragonés a su propio universo, sin darle todas las claves al espectador,
haciendo gala además de un humor muy negro al mostrar toda una galería de
personajes estrambóticos. Como es habitual, lanza sus dardos contra la
burguesía y la religión, que coartan los sentimientos más puros del ser humano,
unos sentimientos mejores o peores, pero que sí son, cuanto menos, los propios
de su al fin y al cabo imperfecta naturaleza.
Como actriz principal, una joven Catherine Deneuve en los
comienzos de su carrera (que venía de protagonizar Repulsión, de Roman Polanski,
otra obra clave del cine surrealista) interpreta inexpresivamente a un
personaje turbador, de contradictoria psicología y movido por deseos
inconscientes, del cual vamos conociendo poco a poco su historia. También
tenemos por ahí a Paco Rabal haciendo de rufián y hablando una inenarrable
mezcla de francés y español.
Una película, en definitiva, que confirma cómo a Buñuel no
le hace falta recurrir al sensacionalismo ni al morbo para ser uno de los
mayores y más inteligentes provocadores de la historia del cine.
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