Título: El gran hotel Budapest
Título original: The Grand Budapest Hotel
Director: Jason Reitman
País: USA
Actores: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Jeff Goldblum, Adrien Brody, F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Owen Wilson, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Léa Seydoux, Bob Balaban
Año: 2014
Duración: 99'
Critico Colaborador: Mary
Calificación:
Anderson, el anfitrión
Mucha cámara fija, movimientos de cámara comedidos, pero ritmo vertiginoso gracias a personajes punzantes, cierta obsesión con el naranja –juraría haber visto todos los tonos de esta gama cromática-, y un casting de matrícula cumpliendo a rajatabla la consonancia con el realizador. Aromas de cine independiente que ha conseguido involucrarse dentro de lo mainstream, pero protegiendo su denominación de origen. ¿Qué nombre recibe este sello? Cine de Wes Anderson.
Anderson es de esos directores que puede presumir de tener un universo particular muy determinado. Mimando hasta el mínimo detalle, sus historias adquieren más fuerza con su particular estilo. Él recrea mundos –o incluso naciones como en este caso- repletos de simbología y cromatismo.
¡Qué colosal reparto maneja siempre en sus producciones!: Ralph Fiennes, Bill Murray, Jude Law, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Jeff Goldblum, Edward Norton, Adrien Brody, Owen Wilson, Saoirse Ronan, Tom Wilkinson, Léa Seydoux…. Ahhh… Falta aire para nombrar tantos huéspedes de primera; él conduce al portentoso elenco actoral a sus anchas, y ellos, aunque tengan apenas dos minutos de metraje, se dejan hacer y se contagian de la artimaña de semejante creador. Y es que los personajes del cineasta de Texas son satíricos, surrealistas, acibarados pero joviales… Esta película salta por varias épocas, aunque se centra principalmente en los años veinte, donde se verán a los caricaturescos invitados. Les capitanea un magistral Ralph Fiennes, encargado de confeccionar al acicalado Gustave H (desde ya un ejemplar más de la fauna “andersiana”, junto con Steve Zissou o los Tenenbaums). Peripuesto como él solo con su uniforme morado, se encargará de guiar al espectador a en su estancia por el “Wes Hotel”; su secuaz es Zero (Tony Revolory), el recatado botones.
Su filmografía se ríe con perspicacia de las desgracias ajenas. Más que reírse, en su cine resta importancia a los contratiempos de la vida y los lleva a la mordacidad. No hay minuto que no se palpe el sarcasmo en la película; por supuesto siempre atendiendo a los pespuntes, como la presentación del resto de conserjes, encabezados por la socarronería personificada, o sea Bill Murray.
Asiduo a los zooms siempre que puede, hace uso de encuadres generales de las estancias, además de contar aquí con planos cenitales, y mucha ventana para asomarse en plano pequeño –tanto el público como sus personajes poseen la misma categoría: voyeurs-. A excepción de la ágil persecución a Willem Dafoe, el resto de la cinta anda con parsimonia, deleitándose con cada gag y situación.
En el mensaje se nota el halo decadente, desde la visión del hotel en los años sesenta, hasta la petulancia dada por la bonanza económica en la etapa de entreguerras. A Zubrowka, el estado ficticio, es fácil situarlo por Centroeuropa. En este trepidante vodevil todo va en su justa medida, incluso la duración: 100 minutos, porque más seguramente provocaría aversión.
Y es que el cine de Anderson es como la repostería de Mendl’s (la pastelería del filme): sabrosas piezas, antojos propios de un fetichista fabricados con esmero, y para disfrutar muy de vez en cuando, porque tales extravagancias pueden saturar.
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