-Aquí dejo una nueva aportación para nuestra casi olvidada sección de libros/cómics, una pequeña reseña que me ha salido de ésta novela clásica de nuestra narrativa y que he estado releyendo estos días: "El Jarama", del Rafael Sánchez Ferlosio.
Referencia literaria de la España de los años 50, concretamente dentro de la novelística denominada “neorrealista”, “objetivista”, “social”, etc. cultivada por escritores como Ignacio Aldecoa y Jesús Fernández Santos. El afán de estos autores era el de aproximarse a la realidad con la mayor exactitud posible, a los problemas de la sociedad española del momento. “El Jarama” parece la máxima expresión de ello; a lo largo de más de 300 páginas se nos narra la jornada de asueto dominical de unos jóvenes madrileños cualesquiera, quienes van a pasar el día junto al río Jarama con tal de huir de su rutina diaria, entre baños, juegos y conversaciones sobre cualquier cosa. A no mucha distancia de allí, se reúnen en un merendero los parroquianos de siempre, con sus historias del día a día.
Lo interesante de ésta novela es el puro ejercicio de observación y de meticuloso distanciamiento frente a lo contado que supone. Historia intrascendente y sin interés aparente, la componen fundamentalmente los diálogos entre un gran número personajes, de variada edad y procedencia, que a su manera forman un protagonista colectivo. Las aportaciones del narrador se reducen a lo estrictamente necesario, limitándose a pequeñas y líricas descripciones del entorno natural (un personaje aparte), sin ahondar lo más mínimo en los aspectos más psicológicos o subjetivos, como si fuera una cámara de cine, sólo capaz de captar la realidad superficial.
A lo largo de este relato donde no ocurre nada emocionante, vamos viendo los pequeños piques entre unos y otros, pequeñas insinuaciones en sus actos, que revelan el estancamiento vital, la falta de expectativas vitales de una generación, con el fantasma de la guerra civil todavía reciente. Únicamente al final sucede un hecho traumático que rompe con la monotonía y el aburrimiento, e incluso dicho acontecimiento parece una cosa absurda, sin atisbo de drama y sin mayores consecuencias...
Al poco prolífico (al menos en ficción) Sánchez Ferlosio le bastó esta novela para obtener el reconocimiento (en forma de premio Nadal), pero después se retractó de haberla escrito, dedicándose al ensayo. Al menos como alarde estilístico me parece algo digno de mención, reproduciendo el habla cotidiana de aquellos años, casi a modo de testimonio documental. La influencia cinematográfica se hace patente, en lugar de la tradicional división por capítulos, nos encontramos ante un “montaje” de fragmentos narrativos, donde el foco de atención se centra en distintas escenas.
Me sigue pareciendo una novela muy generacional, muy de su época, tanto por sus postulados estéticos (cuestionados posteriormente), como por esa radiografía de una España tan concreta y fija en el tiempo. Pero también tiene un valor doble; el coyuntural, y el más “universal”, el que muestra lo trivial de la vida humana enfrentada a una naturaleza imperturbable, casi telúrica.
“Desde el suelo se veía la otra orilla, los páramos del fondo y los barrancos ennegrecidos, donde la sombra crecía y avanzaba invadiendo las tierras, ascendiendo las lomas, matorral a matorral, hasta adentrarse por completo; parda, esquiva y felina oscuridad, que las sumía en acecho de alimañas. Se recelaba un sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, una noche olfativa, voraz y sanguinaria, sobre el polvo de indefensos encames maternales; campo negro, donde el ojo del cíclope del tren brillaba como el ojo de una fiera.”
“Bajaba el sol. Si tenía el tamaño de una bandeja de café, apenas unos seis o siete metros lo separaban ya del horizonte. Los altos de Paracuellos enrojecían, de cara hacia el poniente. Tierras altas, cortadas sobre el Jarama en bruscos terraplenes, que formaban quebradas, terrazas, hendiduras, desmoronamientos, cúmulos y montones blanquecinos, en una accidentada dispersión, sin concierto geológico, como escombreras de tierras de derribo, o como sobras y excavaciones hechas por palas y azadas de gigantes. Bajo el sol extendido de la tarde, que los recrudecía, no parecían debidos a las leyes inertes de la tierra, sino a remotos caprichos de jayanes."
A veces uno encuentra un poco de dificultad al distinguir, cuando se juntan muchas voces, quiénes son los que están hablando (al ser caracterizaciones individuales poco definidas), pero precisamente gracias a esa cotidianeidad de la lengua, las páginas se devoran. Mucha gente encuentra “El Jarama” un libro aburrido, yo creo que no. Hay que releerlo, hay que apreciar a los grandes escritores que tenemos, evitar que se quede tan sólo como lectura para sufridos alumnos de bachillerato.