Autor: Neuromante
El
Festival Internacional de Cinema de Cataluña (Conocido hasta hace
poco por “Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges”) es
el conocido festival de cine patrio que, desde 1967, se celebra en la
localidad catalana de Sitges. Nada más terminar el verano y durante
una semana, esta pequeña localidad costera albergará una sucesión
de proyecciones casi continuas de películas del género fantástico
que abarca desde auténticas obras maestras a largometrajes cuya
financiación sólo se puede explicar por la necesidad de algún
productor de lavar dinero obtenido de manera poco lícita, pasando
por comedias, comedias involuntarias, y esas películas orientales
que nadie a este lado del planeta entiende.
Este
año, y con motivo del 47º festival, me desplacé (Entre el 3 y el
6) hasta allí para ver, “a pie de obra”, de que iba un
festival con tanta solera e historia como este, y, si había suerte,
alguna película decente.
"Sitges
de día, desde la zona del Meliá, proporciona unas vistas bien
majas."
Sitges
es un pueblo pequeño, la típica ciudad de vacaciones española de
la costa mediterránea, en la que si no te gusta la playa y el
chiringuito, olvídate de hacer nada más. Un pueblo que, aún así,
es tranquilo no excesivamente caro (Al menos en comparación con
Madrid). El festival, dividido en tres (más bien cuatro) salas
principales de proyección, se convierte en el principal atractivo de
ocio durante esos días, algo que se puede ver en los caminos entre
la sala Meliá y las demás (separadas por una estratégica caminata,
supongo que diseñada para permitirnos bajar los bocatas de la
comida), continuamente poblados de gente que sube o baja de una sala
a otra para enganchar con su siguiente película.
Como
en cualquier evento de cine que se precie en el que se proyecten
películas raras e independientes, el elemento que más se puede ver
en esos caminos es el Gafapasta Común, salpicado del famosillo de
turno y todo mezclado con mucha gente con acreditaciones o con el
paquete “Sitges deLuxe”, que no sé lo que lleva porque uno es
pobre y tampoco hay que pasarse. Mención especial el sábado, que
por la “Sitges Zombie Walk”, la ciudad se llena de gente
disfrazada (Y maquillada) con bastante maña y salero de muertos
vivientes.
Hay
que reconocer que en general se respira muy buen ambiente entre los
visitantes y que no recuerdo haber visto ni un solo caso de enfados,
peleas o malos rollos.
"Compadre
cómprame un coco."
Si
has elegido bien y te ha tocado un pase bueno, puede que hasta tengas
la oportunidad de ver a alguno de los miembros del equipo que hizo la
película (Generalmente directores) presentando su obra tras un breve
introducción, comentando por qué la hicieron (O en el caso de los
que menos dinero tenían, como es que pudieron hacerla), deseando que
te lo pases bien con ella e incluso preguntando que, si alguien
quiere distribuirle la película en España, que ya que es más
triste de pedir que de robar, que hablen con él (Algo que hizo,
literalmente, Maximilian Erlenwein, director de Stereo).
Un
momento bastante simpático que, por otra parte, suele empañarse por
la manía de la organización de hacer exclusivamente en catalán las
introducciones y de traducir a este idioma (Y sólo a este idioma) lo
que ha dicho el invitado. Yo, personalmente, aunque de catalán no
paso del “escolta Goku”, con el inglés me defiendo lo
suficientemente bien como para entender lo que decían la mayoría,
pero no puedo dejar de pensar que no traducir también al idioma de
Cervantes o al de Shakespeare, por esos directores franceses o
alemanes, lo que ha dicho el invitado de turno es un tanto putada
para los que no entiendan ni el idioma del invitado ni el catalán.
"Esta
era la segunda cola. Vista desde el principio de la tercera."
Durante
los cuatro días que estuve, las películas arrancaron generalmente
con pequeños retrasos que fueron desde los 15 a los 45 minutos y las
colas para entrar si tu entrada no está numerada (2 euros más cara)
eran largas, separadas en tres trozos que permitía a la gente
colarse a la que el guardia no mirara y sin un puñetero banco para
sentarse mientras esperabas, algo que la verdad, tratándose de un
festival con casi 50 años de historia, choca un montón no se haya
solucionado. Mención
especial, por cierto, al guardia de seguridad que estaba en el
auditorio por la mañana, más majo que las pesetas, y al trajeado de
la noche, que probablemente sirvió de inspiración para el logo de
King Kong, tanto en formas como en su capacidad de comunicación.
En
general las proyecciones ocurren sin contratiempos, a veces con la
pequeña introducción de la que he hablado, y tras dos cortinillas
promocionales de Sitges (Que acabas hasta las narices de ver todos
los días, pero mejor que los 10 minutos de anuncios de una
proyección “normal”, ¿no?), mientras todo el mundo aplaude a la
cortinilla 1, la cortinilla 2, cuando aparece la productora en los
títulos de crédito, cuando aparece el director, cuando sale el
título de la película, el nombre del actor principal, el del jefe
de los limpiadores... El único problema que sufrí durante una
proyección (Un corte en “Vida después de Beth”) se solucionó
en relativamente poco tiempo y tras un pequeño espectáculo de
sombras chinas usando el proyector del auditorio que creo que sirvió
para evitar que el mosqueo de la gente pasara a mayores. Todas las
películas se proyectan en Versión Original con subtítulos, bien al
inglés (Si no es de habla inglesa), bien al catalán y (esta vez sí)
español. Y
al acabar la peli, todos a la puta calle, a comer algo a algún bar
cercano y al siguiente pase.
La
verdad es que si eres aficionado al cine, quitando los problemillas
de organización y las tonterías del idioma, Sitges es un festival
entretenido, no excesivamente caro, y probablemente la única
oportunidad de ver según que películas fantásticas que jamás
estrenarían en una sala comercial.
"Grafittis
en Sitges. Graffitges."
Y
bueno, la gracia del Festival de Sitges no está en las colas, ni en
la playa nudista, ni mucho menos en el garito de osos que hay el
centro de la ciudad, sino en las películas proyectadas, que podrían
ser mejor o peores, pero que no entraban en las categorías de
secuelas innecesarias, películas de series de los ochenta, o la
enésima película basada en un cómic que, reconozcámoslo, no hemos
leído en la puta vida.
Durante
los próximos días iré publicando comentarios de los largometrajes
que tuve la suerte (o la maldita, total y absoluta desgracia) de ver
en esta pequeña localidad.
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