Título: Psiconautas, los niños olvidados
Dirección: Pedro Rivero, Alberto Vázquez
País: España
Actores: Animación
Año: 2015
Duración: 76'
Crítico colaborador: Antonio Ramón Jiménez
Valoración:
El cobre es la sangre.
Describir el fin de la adolescencia, la injusticia social, la falta de valentía para aventurarnos a lo desconocido, lo terrible de las adicciones y las horribles consecuencias que tiene la explotación y destrucción de la naturaleza en menos de noventa minutos se antoja particularmente difícil. Sin embargo, con sus virtudes y sus defectos, Psiconautas se erige como una arriesgada y personal propuesta que consigue aglutinar estos temas y más.
Basada en la novela gráfica homónima de Alberto Vázquez, que junto a Pedro Rivero dirige y escribe, Psiconautas: los niños olvidados nos sitúa en un mundo pos-apocalíptico y gótico, lleno de colores y animales antropomorfos. Se nos cuenta la historia de varios adolescentes que quieren escapar de la isla en la que viven, donde no encuentran perspectivas de futuro ni una sociedad que les admita. ¿Os suena de algo?
Pero Psiconautas no cuenta una historia al uso, de narrativa clara, sino que profundiza y toca de forma directa o tangencial, como decíamos, numerosos temas. Es un canto a la adolescencia, e incluso a su final, pero también una historia de huidas (físicas y mentales, como afirma Alberto Vázquez), así como una eco-película que reivindica de forma llana y sincera la naturaleza frente al artificio, y, en definitiva, frente al destructivo ser humano, siendo éste su mensaje más potente.
Desgranar todo el contenido que vierte Psiconautas es complejo, porque a pesar de que es fácil seguir la linealidad de la historia -algo floja en su inicio pero que mejora conforme avanza-, no sólo se tratan temas a nivel argumental, sino que otros elementos, como color y el sonido juegan un papel fundamental en el film. Las diferentes tonalidades adquieren un protagonismo que el espectador no deja pasar durante una película en la que, a pesar de lo mucho que se habla, termina siendo especialmente visual, mientras que el sonido refuerza situaciones dramáticas que consiguen potentes escenas en algunas partes del metraje.
También es la historia de Psiconautas una historia de rebeldía, de resistencia contra lo establecido y dogmático, a todos los niveles. El aspecto familiar termina siendo fundamental: es una historia de padres perdidos cuyos hijos, estos adolescentes que quieren huir, no saben cómo enfrentar una realidad que odian. Pero también lo es el social, donde hay interesantes similitudes de ambientes distópicos: la sociedad vive engañada en una falsa tranquilidad, y los que no la aceptan sobreviven entre basura y drogas, buscando cobre para sobrevivir.
Pero no deberíamos engañarnos. Al igual que virtudes, la película también tiene defectos, sobre todo en el aspecto narrativo, donde es irregular. Y, por supuesto, tiene otra tara: compite en sus categorías con una de las mejores películas de animación que se han hecho en lo que va de siglo, La tortuga roja. Y eso son palabras mayores.
Sin llegar a la altura de anteriores grandes películas de animación españolas, como Chico y Rita o Arrugas, Psiconautas es correcta y tiene ciertos puntos de interés, además de ser justa ganadora del Goya y estar viviendo un impresionante recorrido internacional. Hay que agradecer a los productores que creyeran en un proyecto tan alejado del circuito comercial, y también a sus directores su empeño en contar una historia que tiene verdadera voluntad por destacar en la maraña de la industria cinematográfica. Si podéis, id a verla. No os dejará indiferentes.
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