Título original: Toni Erdmann
Dirección: Maren Ade
País: Alemania
Actores: Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell, Trystan Pütter, Thomas Loibl, Hadewych Minis, Vlad Ivanov, Ingrid Bisu, John Keogh, Ingo Wimmer, Cosmin Padureanu, Anna Maria Bergold, Radu Banzaru, Alexandru Papadopol, Sava Lolov, Jürg Löw, Miriam Rizea, Michael Wittenborn
Año: 2016
Duración: 162'
Crítico: Harkness
Valoración:
Ganadora de varios premios en festivales de cine, nominada en Cannes y en los Globos de Oro, candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa... Toni Erdmann se ha convertido en la película del año y en toda una revelación. Nada menos que una comedia alemana (país que no suele asociarse con el humor, precisamente) y de unas casi tres horas de duración, parecía poco probable que semejante propuesta pudiera entusiasmar a nadie, y sin embargo, lo está consiguiendo.
¿De qué va? El trailer tampoco llama mucho la atención. De hecho, parece que estemos ante un producto más bien malillo, poco interesante, con pinta de mal telefilme europeo y que hemos visto más de mil veces. Pero no adelantemos acontecimientos todavía, porque la película tiene su miga, y en opinión de quien suscribe, merece toda la atención que se le está dedicando entre los cinéfilos. Una joven mujer, que trabaja como ejecutiva en una empresa alemana afincada en Rumanía, recibe la visita de su padre, un hombre solitario y bromista que intenta recuperar el vínculo con ella tras muchos años sin verse. Las diferencias de carácter entre ambos y sus circunstancias personales llevan a que el hombre se invente una identidad ficticia, con la que de alguna manera pretende conquistar el corazón su de hija.
Bajo mi punto de vista, nos encontramos ante un cuento de hadas en clave realista, cuya efectividad y originalidad tal vez resida en demoler los lugares comunes de cierta comedia dramática buenrollista, acerca de personajes singulares y mágicos que aparece en la vida de alguien para cambiársela y hacerle ver el lado bonito de las cosas (así a botepronto se me ocurren ejemplos tan dispares como Señora Doubtfire o Intocable). Tiene la particularidad de darle la vuelta a estos clichés; así pues, el humor surge de la ausencia de humor. Toni Erdmann, ese ser disparatado que el padre de la protagonista crea con una dentadura postiza y un pelucón, pretende ser carismático, genial y encantador... pero tan solo es un mal chiste inventado por tipo corriente, entrañable, sí, pero carente de gracia, capaz tan solo de generar situaciones tensas donde quiera que vaya, pues está totalmente fuera de lugar. Ahí está lo divertido... e incómodo.
Es la historia de dos personas que intentan establecer un vínculo con dificultad, ambas con sus propias máscaras, encerradas en sus propios absurdos; él con sus bromas y sus (paradójicamente) nulas habilidades sociales, ella dedicada por completo a un trabajo despiadado y carente de humanidad. No creo que sea tanto una crítica social (que también, pues el retrato que hace del mundo laboral y de las diferencias sociales tiene tela) como una película sobre la soledad, esa soledad que a veces nos imponemos a nosotros mismos, sin darnos cuenta. Y es que está presente todo un fondo de sentimientos no expresados tras semejante chorrada de argumento, una historia no contada de ruptura familiar y de ausencia de comunicación, donde no hay culpables ni inocentes. Hay momentos como el de la discoteca, o la fiesta de disfraces, que no se resuelven de la manera catártica que uno esperaría; como si nos dijeran que la locura está bien para un rato, puero luego la vida sigue. Y que lo ridículo es lo único que permite revelar nuestro verdadero rostro.
El estilo de dirección del que hace gala Maren Ade es, a priori (y en eso el trailer no engaña) la cosa más plana del mundo. Se limita a poner la cámara delante de los intérpretes, y ya. Pero ésto tiene mucho sentido. Para contar esta historia en imágenes era necesaria una estética perfectamente fría y distante, sin codazos constantes al espectador para que se sienta mejor, sin el menor adorno, volcada por completo en observar lo complicado de las relaciones humanas, en dar a entender de pasada mucho más de lo que vemos en pantalla. El final me parece descorazonador, bonito y triste al mismo tiempo, y capaz de resumir bastante bien en qué consiste la película.
Conclusión; si Toni Erdmann fuera algo que se pudiera comer, sería un pastelito cubierto de cierta sustancia blanquecina que emana de las gónadas masculinas. Una suma de factores dispares que ofrecen un resultado inquietante y conmovedor al mismo tiempo. Una película distinta que juega sutilmente con las espectativas. No tardará en llegarnos el remake americano descafeinado.