Título original: The beguilded
Dirección: Sofia Coppola
País: Estados Unidos
Actores: Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Oona Laurence, Angourie Rice, Addison Riecke, Wayne Pére, Emma Howard, Matt Story, Rod J. Pierce
Año: 2017
Duración: 91'
Crítico: Harkness
Valoración:
Hace ya más de una década desde que Sofia Coppola, la hijísima del cine contemporáneo, se convirtió en nueva promesa y en icono de la más banal modernez “alternativa”, cuando todavía no había eclosionado la actual moda hipster y éstos aún constituian una selecta minoría estética y culturetil (que no cultural). Desde entonces, ha destacado por un cine enormemente personal, con unas obsesiones muy particulares, gracias al cual ha conseguido distanciarse de una etiqueta siempre molesta, la de ser “hija de”, llamando la atención por sus propios méritos. El cine de la directora de Las vírgenes suicidas y Lost in translation ha sido descrito como sutil, envolvente, retratando casi siempre a personajes desubicados, a menudo un tanto ausentes, víctimas casi siempre del tedio y cuyos problemas desde luego no son los de alguien que se levanta a las seis de la mañana y tiene que pagar las facturas cada mes... por ello, Sofia también ha sido para la crítica una especie de niñata frívola y petarda, que juega con la cámara de papá para producir un cine tan vacuo, tan insustancial, repelente y carente de interés, como sus personajes (posibles alter-egos de ella) y sus casi inexistentes tramas.
Sin ser yo ni mucho menos un defensor a ultranza de la amiga, pues he sido el primero en sentir indiferencia por sus películas y en cachondearme de su “mundo interior”, debemos reconocerle ya a éstas alturas un carácter insobornable, valiente, quijotesco casi, que nadie puede negar, a la hora de afrontar sus temas preferidos. Y ahora vuelve con La seducción, remake de un título de 1971 dirigido por Don Siegel y protagonizado por Clint Eastwood. Ambientada en la guerra de secesión, la historia gira en torno a un malherido soldado yanki (Colin Farrell, en esta nueva versión) a quien unas señoritas pertenecientes a un internado sureño rescatan y acogen hasta que sus heridas sanen. Sin embargo, durante el tiempo que está allí, la violencia y los deseos ocultos afloran entre el personal femenino, cuyas vidas quedan por completo trastornadas ante la llegada del extraño.
No he visto la versión de Eastwood y Siegel, pues he preferido ir “virgen” (chistaco) para no caer en las inevitables comparaciones. El caso es que La seducción es la típica película sobre un un grupo de personajes que, por las circunstancias, están encerrados en un lugar reducido y ésto desata unas tensiones entre ellos que crecen gradualmente hasta estallar en una situación no demasiado agradable, por decirlo suavemente. Algo que hemos visto mil veces, y sumamente previsible. Sin embargo, para mí pesan más los aciertos que los fallos. Lo que interesa, más que el manido desarrollo, es la genuina ambivalencia moral de los personajes, tanto del inquietante huésped como de las féminas que le cuidan. Cual cuento de hadas, la película empieza con una niña recogiendo setas en un bosque, pero no está nada claro quién es el lobo feroz y quién la ovejita. No hay buenos ni malos, tan solo individuos que luchan por sobrevivir y por sus propios intereses, en lo que constituye todo un estudio de la condición humana que evita caer en obviedades y en moralinas.
Tal vez Coppola no es la directora más indicada para los sórdido y lo truculento, pues ésto no es un thriller y, desde luego, sale perdiendo cuando parece que intenta serlo (esa cena con suspense hitchcockiano de pacotilla en torno a unas setas venenosas). Sin embargo, clava totalmente el retrato de un microcosmos femenino, donde desconocemos si la mansión sureña que ellas habitan es una prisión de hastío y soledad, o bien un paraíso perdido al margen del mundo donde comparten juegos, tareas, conversaciones, etc. en plena consonancia con la comentada ambigüedad moral. Colin Farrell está muy bien haciendo de sí mismo, de pichabrava turbulento, mercenario tanto en la guerra como en el amor. Son Dunst y Kidman, además, quienes tienen los papeles más jugosos; la primera, sin hacer grandes gestos, la segunda, como mujer firme que hace lo que debe hacerse, hasta las últimas consecuencias... en cuanto a la omnipresente Elle Fanning y las niñas, sus personajes son más planos y tópicos (la rebelde adolescente, la niña inocente y curiosa...), más por requerimiento del guión que otra cosa.
La directora nos cuenta ésto con una distancia y una frialdad muy típicas de ella, no exentas de un leve humor y de una marcada complicidad hacia sus criaturas. El esmero por la atmósfera y el encuadre es otro punto a favor. Y finalmente, son los apuntes sobre el derrumbe del mundo sureño y conservador, la frustración de los horizontes para la mujer de la época, el descubrimiento del mundo en la niñez... los temas periféricos en torno al gran tema central de La seducción; nuevamente, el inquietante misterio de la feminidad, de unas mujeres que, como una familia (o tal vez como unas zorras desalmadas), salen adelante en tiempos adversos.