Título original: Hereditary
País: Estados Unidos
Director: Ari Aster
Actores: Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro, Ann Dowd
Año: 2018
Duración: 126'
Crítico: Harkness
Puntuación:
El cine de terror independiente se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte. Tras el éxito de sagas archiconocidas como Insidious o Expediente Warren, que van a lo seguro y apuestan por lo que mejor funciona (cierta inclinación nostálgica y “retro”, sustos a tutiplén al gusto de la chavalada), estamos viviendo una invasión de títulos, como La bruja, Déjame salir, Llega de noche, Feliz día de tu muerte... que más bien se caracterizan por romper, hasta cierto punto, con nuestras ideas preconcebidas sobre el género y por ser obra de directores incluso noveles, a menudo producidas por sellos como Blumhouse y A24.
Hereditary se incorpora a esta nueva ola terrorífica (que ya veremos cuánto dura) con el lema de ser El exorcista de nuestro tiempo, afirmación que suena más a puro marketing que a otra cosa, pero que nos pone sobre aviso sobre la singularidad de la propuesta; la de un cine que renuncia a lo superficial para impactar al espectador con un espanto que no consiste en sustos ni en golpes de sonido, sino en la exploración de una pesadilla que vive dentro de nosotros. Donde fantasmas y demonios tal vez no son más que un pálido reflejo del mal que hacen las personas normales y corrientes. Donde el peor horror imaginable es el que produce la pérdida de un ser querido, o unas relaciones interpersonales tan podridas que no tienen arreglo, o un doloroso sentimiento de culpa que, como algo pegajoso y repugnante, los personajes son incapaces de quitarse de encima.
El director, un tal Ari Aster, hace malabares para juntar dos películas en una; por un lado, un culebrón familiar, por otro, una de posesiones diabólicas de toda la vida. Y el resultado de tal mezcla es tan sorprendente como llamativo... pues acaba siendo un puzzle demencial cuyas piezas no tiene por qué encajar al milímetro; una casa en un árbol, un cadáver en el desván, unas palabras crípticas escritas en una pared... Si muchas películas agotan su significado tras un visionado, aquí tenemos un ejemplo de trama contada a través de alusiones y símbolos cuyo significado no está claro para todo el mundo. En Hereditary da la impresión de que lo terrorífico no es más que la versión exagerada al máximo de lo dramático. De que las películas de terror en realidad no dejan de ser dramones muy extremos y jodidos, y por eso nos causan impacto.
La parte “humana” de la historia da un giro que no te ves venir y te viola la mente; algunos aplaudirán la valentía de abordar con semejante desgarro y crudeza el dolor humano... a mí me parece que hay algo de pornográfico en ello y no sé si todo vale para obtener el resultado que Aster persigue. Por otra parte, semejante afán de llevar tan lejos el elemento dramático me hace pensar que el debut de este señor bien puede ser una cinta autobiográfica donde habla de su propia vida, o de vivencias que pueden serle cercanas (aunque solo es una especulación mía). Otro aspecto reprochable es que por momentos el desarrollo argumental corre el peligro de caer en el todo vale (sin afán de mentar spoiler alguno, decir que el tercio final puede que esté un poco pillado por los pelos... cosa que incrementa, desde luego, la impresión general de locura y ausencia de lógica).
Mucha fuerza contiene el apartado visual, con una planificación y un diseño de producción apabullantes; cada imagen parece llenarse de un detallismo extremo (habitaciones invadidas de objetos y de recovecos, iluminación tirando a lisérgica y haciendo uso de colores intensos), mientras que tanto banda sonora musical como sonidos y ruidos ambientales están calculadamente ideados para perturbar el ánimo. La interpretación de la madre será lo que más destaque... pero el padre (Gabriel Byrne), con esa entereza y sencillez que demuestra, no se queda atrás. El motivo visual de la casita de muñecas, en definitiva, supone tanto una clave del argumento (que nos habla de la obsesión de una madre por exorcizar sin éxito sus traumas, reproduciéndolos una y otra vez mediante el arte) como una idea que se traduce en imagenes, pues ciertamente muchos planos parecen imitar este tipo de juguetes. Una manera sutil de decirnos que el destino de la familia protagonista está diseñado y dominado por una fuerza maléfica superior, que les controla como a muñecos indefensos.
Para terminar, una última interpretación que puede suponer un SPOILER...
...es la que me lleva a ver la película no como una de sectas satánicas a lo Polanski, ni como un dramón a lo Bergman, sino como la crónica del final de la infancia y de la entrada en la edad adulta de un personaje, el del hijo mayor y más que probable alter-ego del director, que nos estaría hablando (como digo más arriba) sobre su propia y disfuncional familia, rota por una cadena de malos sentimientos, culpas y desafectos iniciada por una abuela tiránica, cuyas consecuencias sufren todos (todos salvo un padre ajeno a la familia, el único que logra mantenerse cuerdo ante semejante berenjenal). El chaval, tras tocar fondo, completa su propio proceso de maduración, renacimiento y transmisión de una herencia “real” por parte de su “simpática” abuela, que le hace por fin dueño de su destino y sin ser esclavo (como lo son los demás) de nadie ni de nada. El desenlace, tan inquietante como moralmente ambiguo, es muy similar al de la mencionada La bruja, también sobre la familia y la faceta liberadora de lo oscuro y abyecto, que experimenta un personaje adolescente que deja atrás la turbia herencia de sus seres más queridos.