Cuando llega el momento de hacer balance del año,
siempre le queda a uno la sensación de haber visto mucho menos de lo que le
gustaría. Pese a eso, quien esto escribe se despide del 2018 con buen sabor de
boca. A diferencia de otros años, en esta ocasión me resulta casi imposible
elegir las tres mejores.
Lo mejor
Los premios de la Academia
Entre las nominadas a los Oscar, este año también ha
habido propuestas más interesantes de lo habitual, aunque en mi caso, más de
una ha acabo en cierta decepción, tal es el caso de Los archivos del Pentágono,
La forma del agua o Call me by your name. Las dos primeras, obras muy dignas
aunque muy convencionales de dos grandes directores. En el caso de la tercera,
se trata de una película con un excelente guión y un muy buen reparto (aunque
la elección de Arnie Hammer sigue pareciéndome algo extraña, quizá sea mayor
para el papel de un joven de unos 25 años), pero que no termina de convencer
por la errática labor de su director (por momentos muy sobria, por momentos
casi videoclipera).
El año termina sin que me haya dado tiempo a ver su polémico remake de Suspiria. Sin embargo, entre las nominadas también ha habido grandes películas, entre las que destaca muy notablemente El hilo invisible, la nueva locura de Paul Thomas Anderson, entregándonos una historia clásica en la forma, pero perversa y enfermiza en el fondo, con un Daniel Day Lewis que una vez más no decepciona. Otra actriz que cumple de nuevo las expectativas es Frances McDormand en Tres anuncios en las afueras, una violenta historia de la América profunda con ecos de los hermanos Coen. Muy notables son también los relatos de la infancia y la adolescencia que, respectivamente, proponen The Florida Project y Lady Bird, especialmente destacable es la labor de dirección de la primera, recreando el sórdido y marginal ambiente de un motel del extrarradio desde el punto de vista de una niña, y en ambos casos destaca su prometedor reparto juvenil.
El año termina sin que me haya dado tiempo a ver su polémico remake de Suspiria. Sin embargo, entre las nominadas también ha habido grandes películas, entre las que destaca muy notablemente El hilo invisible, la nueva locura de Paul Thomas Anderson, entregándonos una historia clásica en la forma, pero perversa y enfermiza en el fondo, con un Daniel Day Lewis que una vez más no decepciona. Otra actriz que cumple de nuevo las expectativas es Frances McDormand en Tres anuncios en las afueras, una violenta historia de la América profunda con ecos de los hermanos Coen. Muy notables son también los relatos de la infancia y la adolescencia que, respectivamente, proponen The Florida Project y Lady Bird, especialmente destacable es la labor de dirección de la primera, recreando el sórdido y marginal ambiente de un motel del extrarradio desde el punto de vista de una niña, y en ambos casos destaca su prometedor reparto juvenil.
El incombustible género superheroico
Un año más, la producciones protagonizadas por tipos
en mallas se acumulan, contando en total seis películas, las tres ya habituales
del Universo Cinematográfico de Marvel, tan sólo una de Fox, después del
extraño retraso de Los nuevos mutantes, y otra más del Universo DC, el enfermo
del género. Además de un spin-off de Venom y una aventura animada de Spider-man, producidas por Sony.
En el caso del UCM, este ha sido un año muy
especial, por un lado porque cumple diez años de existencia, en segundo lugar
por culminar (parcialmente, a falta de su conclusión) la trama que llevan años
construyendo en torno a Thanos y sus gemas con Vengadores: Infinity war, uno de
los eventos cinematográficos del año, que nos ha brindado a uno de los mejores
villanos del UCM, y en el que hemos visto desaparecer (literalmente) a cerca de
una decena de personajes de ficción (adiós, Spiderman, Pantera Negra, Loki o
Star-Lord), en un año en el que también vimos hacerse polvo (figuradamente) a
cerca de una decena de personajes reales (adiós, Cifuentes, Rajoy, Soraya,
Cospedal o Susana Díaz). Y en tercer lugar, por haber logrado su primera
nominación a Mejor película en los Globos de oro (y ya veremos si en los Oscar)
con Black Panther. Lo cierto es que quizá las cualidades cinematográficas de
esta cinta no parecen estar muy por encima de otras películas del Universo
Marvel, lo cual apunta más bien a la ya tan habitual confusión entre méritos
artísticos y un activismo mal entendido. Por último, después de tanto exceso
dinástico y cósmico, también hemos podido ver una las películas más divertidas
e intrascendentes del UCM como ha sido Ant-man y la Avispa.
Por parte de Fox, este año ha llegado la nueva
entrega de Deadpool, que mejora con respecto a la original, con más medios y un
tono más definido. Y en el caso de Warner, James Wan ha firmado posiblemente el
blockbuster más disparatado y enloquecido del año, Aquaman, una película
ingenua y autoconsciente, que es justamente lo que necesitaba el moribundo
DCEU, menos solemnidad y más fiesta. Por último, de parte de Sony nos llega Spider-man,
un nuevo universo, una cinta animada, una cinta que con su animación frenética
y su humor metarreferencial consigue convertirse en una de las sorpresas del
año.
Sin embargo, el 2018 se ha cerrado también con dos
malas noticias para el género superheroico, el injusto y vergonzoso despido de
James Gunn y la muerte del veterano y querido patriarca marvelita Stan Lee.
Sorpresas y regresos
Como todo año, ha habido películas cuyo estreno
teníamos en mente desde el año anterior, por ser la nueva obra de un director
consagrado o la nueva entrega de una franquicia de éxito, y otras que en
cambio, procedentes de cine independiente, nos han sorprendido gratamente.
En el caso de las franquicias, tenemos el enésimo
regreso del incombustible agente Ethan Hunt en la nueva entrega de Misión
imposible. Lo mismo de siempre, por supuesto, pero cada vez más grande y
excesivo, y en esta ocasión, magníficamente dirigido por el ya habitual de
Cruise, Christopher McQuarrie. También la saga Star Wars, y esta vez con una de
sus entregas más flojas, un innecesario spin-off de Han Solo que ha sido uno de
los grandes fracasos en taquilla del año. Por desgracia, y lo más triste de
todo, por motivos ajenos a su creatividad, quien no ha vuelto en 2018 es Woody
Allen, inmerso en un penoso escándalo más mediático que judicial.
Entre las sorpresas del año destaca Hereditary, una
película que confirma una tendencia que viene observándose desde hace años y es
que, si en la década pasada el soplo de aire fresco al género de terror vino
del lejano Oriente, en la presente década viene del cine independiente, algo
que hemos visto en los últimos años con títulos como Babadook, It follows o La
bruja. Lo mismo podría decirse de Indiana, una realista sobre dos parapsicólogos, más cercana al drama que al terror, que bien podría considerarse la versión realista y amarga de la saga Expediente Warren. Otras tres apuestas a medio camino entre el terror y la ciencia-ficción
que también han sido muy interesantes son El infinito, Un lugar tranquilo y Aniquilación. Y
también la inquietante Purasangre.
Malamente: las pifias del año
A la hora de abordar lo peor del año, es justo
diferenciar dos tipos de película. Por un lado, aquellas películas que, sin ser
buenas, al menos sí tienen elementos interesantes y cineastas competentes
detrás, que quizá en otras circunstancias y con mejor fortuna podrían haber
hecho algo mejor; y por otro lado, la bazofia absoluta e infame.
Entre las primeras, destacaría Gorrión rojo, Viudas,
El joven Karl Marx o Predator. La primera es una cinta de espías tópica y
sensacionalista, con una dirección correcta pero con un trazo grueso
insoportable e incompatible con la seriedad que se autoimpone. Algo muy
parecido podría decirse de Viudas, una película con una duración desmesurada, lastrada
por múltiples subtramas y que sin duda hubiera ganado bastante con un tono
mucho más ligero, pues su solemnidad resulta casi paródica en una historia tan
intrascendente e inverosímil. En el bicentenario del nacimiento del barbudo de
Tréveris, nos llega una producción europea sobre la juventud del filósofo que,
además de ser insoportablemente televisiva, tiene bastante poca chicha. Una
pena tratándose de un personaje tan poco tratado por el cine. En el caso de
Predator, se trata de una cinta comercial que lo tenía todo para ser una
divertidísima resurrección de la franquicia, pero que fue tan horriblemente
mutilada en la sala de montaje como las víctimas de los Depredadores.
En el segunda caso encontramos Animales fantásticos:
Los crímenes de Grindewald y Un pliegue en el tiempo. Y aquí hay que agarrarse
porque vienen curvas. La primera de ellas es la segunda entrega de una saga
cuya sola existencia es de por sí un misterio. Continúan las aventuras de un
personaje que no llega ni a anecdótico en el universo Potter y que por arte de
¿magia? cuenta ahora con saga propia. Penosamente narrada, con saturación
exagerada de personajes secundarios, cada uno con sus propias subtramas y
flashbacks, parece la adaptación torpe de un libro inadapable, con la
singularidad de que en realidad es un guión original. Muchísima paja para tan
poco contenido, una historia con nulo interés, que parece más un capítulo
interminable de una serie de televisión que una película. La segunda de ellas,
Un pliegue en el tiempo, es una película infantil, pero ni por un momento ello
es disculpa para el festival de horteradas visuales que rozan el delirio y
filosofía de garrafón. Pretenciosa y ridícula, prácticamente no pasa nada, es
una sucesión de escenarios que parecen sacados de un spot publicitario con unos
personajes absolutamente repelentes. Bastante horrible todo.
Y hasta aquí mi modesto resumen del 2018. Por
supuesto, han sido muchas las que me he dejado por el camino, con títulos tan
dispares como Suspiria, Lázaro feliz, Mary Shelley, Burning, Jurassic World 2,
Campeones, El reino… Y que pronto se acumularán con un 2019 que ya sólo con la
conclusión de Star Wars y de la saga Vengadores o el regreso de Shyamalan,
Tarantino o Scorsese parece de lo más prometedor.
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