En un suspiro ha pasado este 2019
y aquí estamos de nuevo con nuestro tradicional resumen de lo peor,
lo mejor y lo meh del año. Año que ha destacado por la importante
presencia del cine chino (no he visto ninguna de las que han ido
saliendo, eso sí), por el desenlace del culebrón Marvel, abriendo
un panorama incierto para la franquicia (¿mantendrán el mismo nivel
que hasta la fecha, o bien pincharán?). Y por el final, también, de
la última y tan polémica trilogía de Star Wars. Ha sido también
el año de la gran locura que ha supuesto Joker. Los Oscar han sido
bastante poco interesantes (especialmente en comparación con los del
presente año), algunos veteranos han estrenado película con aroma a
gran despedida, y como de costumbre, ha habido grandes películas y
también grandes truños o simples decepciones. Me ha parecido, aún
así, un año estupendo y donde puedo recuperar grandes títulos
cuando echo la vista atrás.
Lo mejor, lo peor y lo meh de 2019, por Harkness
MUY BIEN
Érase
una vez en Hollywood: magistral homenaje cinéfilo, cuento de hadas y
síntesis del universo tarantiniano donde simplemente puedo quedarme
fascinado con las interpretaciones, las músicas, la libertad con la
que se desenvuelve el guión, las imágenes de Brad Pitt yendo de
aquí para allá en su coche, los insertos visuales simulando
anuncios, series... nada más y nada menos que una ensoñación en
torno a una época clave en la que el cine iba a cambiar para
siempre.
La
perfección: simpático thriller de terror del cual lo mejor es
conocer lo menos posible, pero sólo diré que me quedo con el humor
negro que destila, con la capacidad de retorcer nuestras expectativas
(cuando parece que no nos puede sorprender nada a estas alturas), o
con su truculencia y romanticismo freak, siendo además una película
rabiosamente actual (puro cine de la era “me too”) que toca un
tema serio, el de los abusos de poder ocultos bajo una fachada llena
de glamour.
Parásitos:
desde Corea del Sur, país de donde han surgido los thrillers más
inclasificables de las últimas décadas, nos llega esta fábula
sobre las diferencias entre ricos y pobres, con una elegancia y un
dominio del espacio en cada plano dignos de un virtuoso tras la
cámara, y además con la suficiente distancia como para no condenar
ni demonizar a ninguno de los personajes, sean de la clase social que
sean… aunque tampoco es que nadie salga muy bien parado.
El
irlandés: Scorsese firma un testamento fílmico en toda regla, una
historia de mafiosos, de amistad, honor, violencia, que también es
la historia política reciente de los Estados Unidos. Un uso por
completo magistral de los flashbacks y una gran reunión actoral son
solo algunos de los ingredientes de esta obra inabarcable en pocas
líneas, donde podemos disfrutar tanto del ritmo endiablado que
imprime este hombre a sus películas como de una honda reflexión
sobre el paso del tiempo.
Puñales
por la espalda: el denostado Rian Johnston se convierte en Agatha
Christie y nos brinda una estupenda trama de misterio a la vieja
usanza, que funciona como entretenimiento sin pretensiones, pero
también por sus dardos envenenados y su brutal componente satírico
hacia la América de Trump y el neoconservadurismo actual.
Inolvidable galería de personajes, caricaturizados con muy mala
leche, así como un Daniel Craig cual Poirot de nuestros días que es
simpatiquísimo.
Atardecer:
vuelve Nemes tras su celebrada El hijo de Saúl con otra propuesta
arriesgada e impactante, contando la odisea de una joven que busca su
hermano en la Budapest previa al estallido de la gran guerra. El
director húngaro recurre de nuevo a sus larguísimos
planos-secuencia para convertir la trama en un auténtico viaje hacia
los infiernos para un espectador aturdido y fascinado, que en ningún
momento se separa de la protagonista y, al igual que ésta, debe
interpretar los hechos que ve.
Lo
que arde: Pocas veces se ha filmado el fuego (de un incendio real)
con tanta visceralidad. La historia de un pirómano que vuelve al
hogar, y también una auténtica oda a la naturaleza de Galicia, a
sus gentes sencillas y cerradas, a un paraíso que también puede
convertirse en un infierno. Una película, en definitiva, muy
especial, una experiencia visual capaz de abrirte los ojos y los
oídos, con el descubrimiento además de una gran no-actriz como es
la anciana protagonista.
BIEN
Glass:
concluye Shyamalan su trilogía de superhéroes de forma triunfal,
aportando su granito de arena al género y funcionando además como
antología de su propia obra, en la que aborda cuestiones como el
miedo, la fe y los mitos. El apartado visual (sin alcanzar las cotas
de El protegido) se mantiene a un muy digno nivel. Difícil entender
el varapalo crítico por parte de unos críticos estadounidenses que
parecen atacar por sistema todo lo que haga este hombre, en sus
mejores o peores momentos.
La
favorita: el niño terrible del cine europeo también quiere un
Oscar. La estilizada envoltura de época y un potente trío actoral
son los principales ingrendientes de esta truculenta disección de
las relaciones de dominación y de la putrefacción social que
esconden las más solemnes apariencias. Una reivindicación del
terror como forma más fiable de gobierno, e incluso de relacionarse
con el prójimo. Para Lanthimos, el ser humano es un bicho repugnante
y miserable que no merece otra cosa.
Vengadores.
Endgame: el cierre de la saga del infinito viene a ser la sobredosis
de grandilocuencia que todos esperábamos y la conclusión de este
inmenso proyecto artístico y empresarial; no ofrece ni más ni menos
que lo que cualquier fan podría esperar, desde la inmensa batalla
final a momentos emotivos y definitivos, todo ello surcado de un
inevitable sentido de la autoconsciencia que funciona como homenaje
de la propia saga a sí misma y a quienes la han seguido. Kevin
Feige, un genio.
Spiderman.
Lejos de casa: Simpática entrega del trepamuros que consigue su
objetivo gracias al carisma de Tom Holland como Spiderman, a los
secundarios (de nuevo la pareja de profesores) y a la ligereza del
tono adolescente. Me pareció destacable una secuencia muy lisérgica
y alucinatoria. Lo demás es más bien rutinario, y sobre todo,
blandito; el recordado beso bajo la lluvia del Spiderman de Raimi
parece porno duro en comparación con el que sale aquí.
Midsommar:
con la vista puesta muy claramente en “El hombre de mimbre”, el
director revelación del terror “artístico” actual plantea un
drama de considerable dureza en torno las relaciones de pareja, que
puede recordar a Bergman. A la vez, es una de terror, pero de un
terror luminoso, a plena luz del día, basado en rituales, paganismo
y cultos olvidados. Como en su opera prima, Aster habla de la
familia, de superar los traumas y de abrazar el monstruo que habita
dentro de uno mismo.
Los
hermanos Sisters: poco convencional western que mezcla diversos
géneros y se asemeja más bien a un cuento de hadas, con dos
hermanos, un tesoro, un sabio inventor, por no hablar de freudianos
detalles como la ausencia del padre, la mutilación, la autoridad en
la sombra… el final feliz, contrario al habitual fatalismo y los
tiroteos que encontramos en el género (aquí están filmados de
forma que apenas distinguimos nada, como si fueran tiroteos reales),
resulta chocante y hasta onírico.
Joker:
una rareza en el cine de superhéroes actual que prescinde de
fórmulas y se atreve a abrazar mensajes poco edificantes para la
audiencia, en su retrato horripilantemente humano de un villano que
ya es más un simbolo de nuestros tiempos. Se inspira demasiado en
referentes mejores, algunas tramas sí que resultan tópicas y no me
convencen tanto… sin embargo, me gustaría pensar que estamos ante
la película que escribiría un Albert Camus si hubiera sido un
guionista de cómic.
High
life: indescriptible odisea espacial de la francesa Claire Denis, una
directora que cuenta historias formadas por fragmentos que el
espectador debe completar por su cuenta y darles un significado…
indigesta y demasiado críptica ciencia-ficción en torno a la que
planea la sexualidad, la muerte y los tabúes rotos, con una cámara
siempre pegada a unos personajes (paradójicamente) encerrados en sí
mismos. Me sobra el grotesco numerito erótico-psicotrónico que
monta Juliette Binoche.
REGULAR
Capitana
Marvel: lo cierto es que, sin haberme parecido de lo más flojo de
Marvel (como Black Panther o Doctor Strange), es una película que
olvido fácilmente, pese a que el guión tiene tal vez un punto de
complejidad (es un decir) superior a la media, mientras que el
apartado visual es lo que más sale perdiendo (sería algo así como
el extremo contrario a un Thor: Ragnarok… que era una chorrada mil
veces vista, aunque con un envoltorio visual muy apabullante).
Nosotros:
decepcionante lo nuevo de Jordan Peele tras la curiosa “Déjame
salir”, una historia de dobles malvados que recuerda a Romero y a
Clive Barker, acompañada de su correspondiente dosis de crítica
social. Muy bien dirigida y contada en su primer tercio, pero
lamentablemente Peele se hace la picha un lío hacia el final y acaba
llevándolo todo al terreno de las reglas absurdas y de lo
rebuscadamente incomprensible. Aunque tiene el mejor chiste del año:
“¡son las vodka en punto!”
Pokemon.
Detective Pikachu: era prometedora la premisa de una trama de cine
negro ambientada en el universo Pokemon y protagonizada por un
pikachu parlanchín, pero el resultado es una película tontorrona,
poco memorable y con ocasionales momentos melodramáticos que son
espantosos… sin duda podría haberse sacado mucho más partido a un
material que era digno de ser abordado desde la nostalgia y lo
referencial, sin que sirva de excusa el hecho de ser cine infantil.
El
hijo: debut apadrinado por James Gunn que propone un reverso
tenebroso de los orígenes de un superhéroe. Un engendrito que no
sabe muy bien lo que quiere, que tan pronto sigue ese camino del
héroe (camino del villano aqui) como tira de sustos, escenas gore y
recursos del slasher. Le falta más desarrollo del niño protagonista
(que sí que consigue dar cierto mal rollo) para que parezca que su
transformación no ocurre porque sí y porque se lo dice un voz
maléfica.
Mujercitas:
ambiciosa adaptación de un clásico literario juvenil con la que
Greta Gerwig busca aportar savia nueva a la historia de estas cuatro
hermanas y sus tribulaciones. Muy injusto por mi parte ponerla en
esta categoría, lo sé, pero el nivel de este año ha sido alto y la
competencia es dura… muy encomiable la estructura en flashbacks, el
contraste entre pasado y presente y el factor metarreferencial, pero
peca de un exceso de importancia y el relato se dispersa
peligrosamente.
Cuando
fuimos brujas: se ha restaurado y reestrenado este título islandés
de los años 90, protagonizado por la cantante Bjork, que adapta
libremente un cuento de los hermanos Grimm. Una historia de tiempos
medievales que transcurre en un paisaje de gran fuerza visual, en
torno a la brujería como último recurso de dos mujeres para
sobrevivir en tiempos hostiles. Muy curiosa película, pero para un
servidor en ningún momento deja de ser eso mismo, una curiosidad.
Infierno
bajo el agua: lo nuevo de Alexandre Ajá es una combinación de cine
catastrófico y cocodrilos asesinos, plagada de inverosimilitudes
típicas de la serie B, con un drama intimista de por medio de lo más
cliché, aunque en general está muy bien dirigida y narrada
(especialmente por cómo el director maneja el espacio con su
cámara), cosa que salva la papeleta. Demasiado poco memorable,
aunque es la típica peli ideal para un visionado con resaca.
MAL
¡Shazam!:
el universo DC continúa sin levantar cabeza. Un bodrio mayúsculo
que, para colmo, va de gracioso y no logra sino dar pena y resultar
ridículo, con una mezcla absurda de tonos (marca de la casa) que no
tiene problema en insertar un dramón sobre niños abandonados en lo
que supuestamente es una comedia infantil y de espíritu ochentero.
El final, por supuesto, es una insufrible traca de digitaladas metida
con calzador, con un villano lamentable. A evitar como la misma
peste.
Godzilla.
Rey de los monstruos: fruto de la desesperación de Warner por sacar
adelante una franquicia exitosa tenemos este truño que convierte la
película de Gareth Edwards es una obra maestra. Se supone que
seguimos a un grupo de gente por lugares fantásticos en pos de unas
criaturas extraordinarias y toda la película parece que transcurre
en dos putas salas llenas de ordenadores, con eso queda todo dicho.
No olvidarse de las secuencias de acción oscuras para disimular las
cantosas digitaladas.
It.
Capítulo II: La adaptación en dos partes de la novela de Stephen
King parecía una buena idea en principio, pero al final ha
demostrado ser más una excusa para estirar el chicle y aprovechar el
tirón de los chavales y de la moda ochentera-poser de “Stranger
things”. Metraje excesivo, personajes-florero, abuso de sustos
constantes y de digitaladas… hasta nos cuelan un chiste sobre que
King escribe malos finales. Pues bien, el propio guionista de ésto
debería hacérselo mirar.
Hellboy:
tristona y cutrísima nueva adaptación en la que la trama, más que
ser contada, parece que se arrastra patéticamente. Ni punto de
comparación el nuevo actor con Ron Perlman, su carisma y su físico
diabólico (sin necesidad de las diez capas de látex que recubren a
este alcornoque). En cualquier caso, un batiburrillo confuso, carente
de gracia y pretendidamente molón de leyendas artúricas y serie B
sobre elegidos que salvan el mundo. Pa’ su padre.
X-Men.
Fénix oscura: el punto y final a la saga de los mutantes no podía
ser peor. Un pobre y desangelado cagarro con el que ni ensañarse
merece la pena, que parece escrito, dirigido e interpretado entre
bostezos y porque tocaba. A destacar como mucho la banda sonora de
Hans Zimmer y algún momento aislado. Jessica Chastain iba a cobrar
el cheque (menuda mierda de villana y de personaje) y el escenario
ruinoso de videojuego lo debieron de tomar prestado de DC.
Serenity:
la fumada del año (y no en el buen sentido) es este galimatías
demencial que comienza como un “noir” marítimo, pretendidamente
serio y dramático y se destapa con uno de los giros finales más
lisérgicos de la década. Aplaudamos a Matthew Macónajiu imitando a
Nic Cage y a un guionista posiblemente fumado jugando a ser un gran
genio y fracasando miserablemente en el intento. Una castaña, pero
las risas involuntarias que puede generar no tienen precio.
Star
Wars. El ascenso de Skywalker: el pobre Abrams ha terminado como ha
podido el ambicioso proyecto de continuar la saga Star Wars y ha
fracasado por completo en el intento. Su película a duras penas
puede ser considerada cine, más bien es una simple acumulación de
acción, personajes que no van a ningún lado, yendo del punto A al
punto B mecánicamente, de supuesta emoción sin emoción, de deus ex
machina, de ideas recicladas… una auténtica mierda que nunca debió
de existir.
HEPATITIS
AGUDA
María,
reina de Escocia: lo menos malo que puedo decir de este bodrio
“prestigioso”, espantoso y repugnante, posiblemente la peor
película que me he tragado este 2019 (y posiblemente, en toda mi
puta vida), es algo que para muchos sería lo peor de lo peor: la
inclusión de actores de razas variadas en una historia que
transcurre en la Inglaterra del siglo XVI, así como la continua
sucesión de anacronismos flagrantes que buscan introducir cuantos
más elementos inclusivos y progresistas mejor. Inacabable la
sucesión de momentos de vergüenza ajena en lo que además es una
película pésimamente contada, semejante a una serie de televisión
o telenovela condensada en apenas dos horas, con subtramas delirantes
que no tienen nada que ver con nada, haciendo gala siempre de un
trazo grueso en la descripción de personajes malvadísmos y
buenísimos sin mácula. Ojalá se quemaran todas las copias de esta
película y que nadie recordara así jamás semejante horror.
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